lunes, 13 de junio de 2011


Una histeria innecesaria, así como descabellada, abandoné cuando te vi. Sentí estragos en el pecho, del más loco frenesí. Abundancia de promesas, y una súplica de ayuda para ir juntos a la luna. Pasional como sutil me arrebataste el cielo y lo adornaste. Y con el tiempo me enseñaste, qué es el amor, y que en la cama no hay restricción. Hoy sé que no debe existir placer como admirarte reir. Nunca va a haber otro hombre que me ame así.



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